domingo, 20 de octubre de 2013

Jim Morrison, la diosa Kali, el coronel Kurtz y yo (Empezando por The End 2)


Un día, siendo niño, haciendo películas con mis muñecos tirado por el suelo, escuche en la televisión, a gran altura sobre mi cabeza, algo sobre La Guerra de las Galaxias y un Imperio del Mal. Pero no era Star Wars, era Reagan y la primera versión del escudo antimisiles, que pretendía parar los misiles rusos en el espacio usando cañones laser. Vi los misiles volar en por el espacio en dibujos animados cutres, aunque entonces no eran cutres, así que los vi con la boca abierta. Entonces supe que los imperios eran reales, y con 7 u 8 años comencé a seguir telediarios y ver documentales. Así nacen los nerds.

La guerra fría se recrudecía y Europa estaba llena de misiles nucleares. En la película "Juegos de Guerra" España entera desaparecía bajo un enorme círculo blanco. Glups. Otra peli, hoy olvidada, titulada “Alerta: Misiles” (creo) me hizo sudar el sillón de la tensión. Sentado sobre la mesa de la sala de estar veía el telediario de la Segunda Cadena, hoy La 2, donde Joaquín Arozamena me ilustró detalladamente sobre lo que sería vivir un invierno nuclear. “Misiles Pershing II” “ICBM con múltiples cabezas nucleares” "la gente quedó vaporizada en la zona cero de Hiroshima” “con potencia suficiente para  varias veces el planeta” Glups. “Los vivos envidiaran a los muertos” Encogido de miedo, oiga. ¡Íbamos a morir todos en cualquier momento y los otros niños preferían ver el futbol en la otra cadena! El tema no era si iba a haber guerra nuclear o no, sino cuando. “Ya está, moriré en un guerra nuclear” Sudores fríos. Justo cuando empezaba darme la psicosis y se consciente del asunto un tal Gorbachov se convirtió el premier soviético. Cuando entre en la pubertad el muro cayó, y todos respiramos aliviados. Hoy palabras como “politburó” o “soviet supremo” han desaparecido del vocabulario, y los veinteañeros han crecido en un mundo sin terror nuclear. Los rebeldes quedaron en shock por 10 años, hasta que convirtieron el invierno nuclear en calentamiento global y el comunismo en antiglobalización. Pero antes se tenía la sensación de que ibas a vivir una vida breve. Solo así se comprende el Punk, las borracheras de Jim Morrison, el pasotismo ochentero o la ambientación de Apocalipse Now.
   
La otra diferencia importante entre el “Corazón de las Tinieblas” y la película es el tema de las mujeres. La primera versión estrenada, la que vi en el año 90, es una película de hombres. Los únicos personajes femeninos que salían eran las conejitas Playboy y solo tienen una escena. Sin embargo en el libro hay dos mujeres importantes: las dos esposas de Kurtz.


Una es la africana… ¿De dónde sacó Kurtz su ejército? De la reina tribal que era su líder. Tal como aparece en la novela se puede deducir que ella es “el horror” con el que Kurtz se ha casado. Lo más oscuro del alma humana oculto en lo más profundo de la selva.

La metáfora del libro ha sido tratada tantas veces que aburre. Es un viaje por etapas al lado oscuro del alma humana. Los cimientos, el subconsciente. Recién descubierto por Freud y otros. Algo que en la época en que Conrad escribió su libro resultaba inquietante, siniestro y horrible. Funesto presagio de lo que sería el siglo XX. No me sorprendió que lo representase con un personaje femenino. Al margen de la misoginia propia de la época, heredera de una larga tradición cultural que identifica a las mujeres con la naturaleza animal, la debilidad del cuerpo mortal y la tentación de la carne, y cuyos peligrosos encantos son capaces de despertar los instintos más bajos de los hombres, por lo que debían ser contenidos bajo varias capas de corsés de aros de acero hasta hacerlas tan seguras y pacificas como una planta. Además de eso existe algo más profundo y antiguo, enterrado bajo milenios de civilización patriarcal.

Muchas deidades de la guerra han sido femeninas. Sin ir más lejos Kali, la oscura, diosa de la destrucción hindú. “Me he convertido en la muerte, la destructora de mundos” citaba Robert Oppenheimer sobre la bomba atómica. Ares (Marte) sería el dios de la guerra de los griegos (y romanos), pero Atenea, la estatua enorme que estuvo plantada junto al Partenon llevaba casco, coraza y escudo. Sejmet era la diosa de la guerra de los egipcios. La Ishtar mesopotámica era diosa del amor y de la guerra… Tenía que significar algo. Cuando caí en ello, en clase de mitología en la facultad, la gente a mí alrededor lo encontraba chocante. Me llamó la atención, pero no resultaba inesperado. Nosotros también somos parte de esa tradición cultural, y así cierto feminismo ha creado un nuevo estereotipo de mujer: un ser pacífico, puro y ecológico, víctima de los crímenes masculinos de los que debe protegerse (como sabiamente le aconseja Sinead O’connor a Milley Cirus). Sin embargo las culturas más cercanas a nuestro origen la reconocían como diosa de la guerra. ¿Por qué? Misterio. Kali también es considerada madre del universo, principio y fin de todas las cosas. Otras son madre de todos los dioses. La fuerza que da origen del mundo y fuente de todo poder divino se caracterizaba como femenina, algo bastante lógico si se piensa. De hecho todos los atributos que en origen pertenecían a la diosa madre pasaron al Dios que todos conocemos y sus antecesores en el cargo. Relegando el poder de las diosas al lado oscuro, el inframundo poblado de Cathulus, súcubos, harpías,  vampiresas come hombres, y demás horrores. Como el que encuentra Kurtz en el corazón de la selva. Las teorías freudianas llegaron paralelas al sufragismo, el imperialismo, y al prólogo de la gran guerra del siglo XX. Los terrores paganos se habían despertado y los hombres civilizados tenían miedo.



La otra esposa de Kurtz es la europea y civilizada, que lo esperaba pacientemente en el casa. Sin embargo no da menos miedo que la africana. Me quedó la impresión de que aparece descrita como una muerta en vida. Un fantasma todavía de luto mucho después de la muerte de su marido. Tan atrapada por las convenciones sociales de su época como una planta a su maceta. El ambiente de su casa resulta tanto o más inquietante que el propio Kurtz.

En el montaje original de Apocalipse Now ninguna de las dos aparece. La primera queda asimilada al personaje de Marlon Brando, y para mí que se la comió… El Kurtz de libro es un esqueleto andante que apenas puede moverse y debe ser transportado en camilla. De hecho muere de fiebres durante el viaje de regreso, poco después de que su reina oscura ataque el barco, dispuesta a llevarlo de vuelta a las tinieblas. El peso de Kurtz como personaje corpóreo en el libro es mucho más liviano, repartido entre sus mujeres. Desaparecieron bajo la sombra de una superestrella de peso en su última gran película.

Sin embargo resulta extraño que una cinta los 70s, década de ebullición feminista, y que además quiere ser un fresco de su época, elimine casi por completo la presencia femenina. “Bueno, después de todo es una película de guerra, y secularmente las guerras las han hecho hombres, creo que voy a flagelarme…” Pero la realidad es que Coppola no había escamoteado la presencia femenina. Por imperativo comercial en su día tuvo que recortar el metraje de la película (después de Star Wars ninguna gran producción podía superar las dos horas) Para que eso quede bien, sin dejar nada cojo, a veces toca quitar órganos enteros con todos sus nervios y venitas. Así que toda la parte femenina de Apocalipse Now quedó reducida a la escena de las conejitas, para cabreo de las actrices.

Por suerte al poco de leer el libro se estrenó la versión Redux, donde parte del kilométrico metraje original salió a la luz en forma de nuevas escenas. Como no podía ser de otro modo en la era de Internet, puristas y supuestos fans se rasgaron las vestiduras, señalando los “añadidos” como pegotes innecesarios, más propios de estilo de George Lucas de hacer cine, y que volvían la película lenta y pesada. Sin embargo después de leer el libro se me hizo obvio porque esas escenas estaban ahí, especialmente la de la plantación francesa. Revelándome que la película era una más fiel adaptación del libro de lo que suponía.

La rubia que se liga a Martin Sheen es una síntesis de las esposas de Kurtz del original. La viuda negra y la blanca. Todo está ahí. El decadente colonialismo europeo, las razones que llevaron al yanqui a meterse en esa guerra, la locura general de todo el asunto, una estación más en el camino al infierno. El espíritu de libro queda fielmente recogido en esa larga escena. Ella se desnuda entre mosquiteras, le da opio para fumar, el horror del pasado que surge de la niebla para asustar al americano medio. También la niebla que se levanta, para dejarnos ver lo que se ocultaba bajo la superficie esa guerra americana. Lo que hacia EEUU allí no era más que la continuación del  colonialismo europeo, o sea, salvar al mundo de los barbaros del este.

La descripción de la esposa africana de Kurtz me recordó los atributos de Kali, piel negra, lengua roja como la sangre, en sus múltiples brazos lleva las formas de la muerte. El hambre, la muerte, la peste, la guerra. Oppenheimer la conecto con la bomba atómica sin dudar. La bomba era el horror del siglo XX, cuya ominosa presencia aún pude sentir siendo niño.


Pero como todo buen director Coppola no se quedó ahí, sino que hizo suya su versión del “Corazón de las Tinieblas”, dando una vuelta de tuerca más al final de la película, y ahí es donde entra la canción de The End. El protagonista de la novela se limita a cumplir su misión de rescatar a Kurtz. En la película hace lo propio, pero mata a Kurtz, en mitad de un ceremonial sangriento. Uno piensa “ahora los otros lo hacen cachos” Sin embargo cuando sale es adorado, yéndose tan tranquilo, antes de que el todopoderoso vuele el lugar. ¿De qué va esto?

La pieza que me faltaba me la dio conocer la versión completa de la canción de The Doors, que se escucha en fragmentos en ese final de la película. En el momento de escribir la letra Jim Morrison estaba obsesionado con los rollos freudianos y el complejo de Edipo. Cómo miles de jóvenes de su edad pertenecía a la primera generación que invadió las universidades en masa, la misma que Coppola, y como yo con las diosas, flipo por un tubo al descubrir esas culteces. Así que lo acabó metiendo en la canción. “Mataras a tu padre y follaras con tu madre” Lo repite y lo repite, “fuck, fuck, fuck” durante toda la larga secuencia donde Willard ejecuta a Kurtz a machetazos. Uno de esos momentos en que se te enciende la bombillita y tienes escalofríos. “Claro, el hijo mata al padre, se convierte en adulto y recoge el testigo. No lo matan porque ahora es su nuevo jefe, el gorila joven que acaba de derrotar al viejo macho espalda plateada…” El aprendiz que mata a maestro se convierte en maestro, como los Sith de Star Wars. El mal que descubrieron los buenos chicos americanos en Vietnam era que se estaban comportando como cualquier imperio europeo del pasado. No eran mejores.

 En la banda sonora de la película y en el disco de grandes éxitos de los Doors aparece la versión comercial de la canción. Con sonidos de la selva en lugar de la historia de la serpiente,  el autobús y el asesino. Quizá por pudor o por censura, no lo sé. La versión de la letra que anda por internet pone “kill, kill, kill” en lugar de “fuck, fuck, fuck” En fin, diga lo uno o lo otro, el resultado final es indistinto. Los sonidos de la selva expresan lo mismo con idéntica eficacia. Para unos lo más oscuro del ser humano es su lado animal, no somos libres porque somos esclavos de nuestros instintos de bestias, y solo nos podemos liberar abandonando nuestros corruptos cuerpos tras la muerte. En vida solo la disciplina, el esfuerzo y el sacrificio pueden evitar que caigamos en la barbarie. Para otros lo más oscuro del ser humano es un producto de la sociedad, no somos libres porque otros humanos malvados nos alienan de nosotros mismos. Solo nos podemos liberar cambiando la sociedad, castigando a los malos y retornando a una naturaleza imaginaria, pues la mayoría de ecologistas ha crecido en grandes ciudades. Ninguno de ellos tiene razón y ambos la tienen, porque el humano es un animal social.

Oscuro²

Como Kali, la bomba atómica podía acabar con la vida en la tierra, y ellos la habían usado. Parricidio e incesto son los mayores tabús, los peores crímenes humanos, el final de cualquier cosa civilizada. Así que la elección de la canción encajaba perfectamente con todo lo demás. Toda una lección de cine. La muerte del padre, y de la madre dentro de él, era el final de todo.

The End