lunes, 11 de noviembre de 2013

Canal 9 (2)

Durante esos primeros años mi experiencia con Canal 9 despertó en mi tierna mente algunas preguntas, pues desde el principio  notaban cosas extrañas. La primera que teniendo ya una televisión dedicada a las noticias de la región, se siguiera emitiendo el informativo territorial de RTVE al medio día. “¿Para qué? ¿No resulta redundante? ¿No es un gasto inútil?” Sin embargo no ha dejado de emitir hasta hoy, donde vuelve a convertirse en el único espacio reservado para las noticias de la comunidad. Y la segunda, mucho más importante. “¿Por qué una televisión pública cuyos ingresos provienen de los impuestos debe cortar las películas con publicidad?” O mejor dicho de otro modo: ¿Por qué debe importarnos si da beneficios, tiene deuda o es o no rentable? ¿Por qué diablos una televisión pública debe gestionarse como una televisión privada, y además, mal? ¿Por qué debe emitir futbol o películas comerciales, con lo que cuestan los derechos ambas cosas? Por definición una televisión pública es un gasto, cuyos objetivos, ser un servicio público o mostrar contenidos minoritarios, por naturaleza, no son de ninguna manera comerciales. “Vamos a cerrar las teles publicas porque no son rentables y por tanto son un gasto prescindible” Es que para empezar las teles públicas NO TIENEN QUE SER RENTABLES NI GENERAR BENEFICIOS PORQUE ESA NO ES SU FUNCION Otra cosa es que sus gestores sean tan (escriba insulto preferido aquí) que las gestionen como si fueran empresas privadas.

El plan siguió tal como estaba previsto y profetizado. La verdad es que no hay mucho que contar, tras aquéllos primeros años donde consiguió cierto éxito de audiencia, algo que le vino en parte gracias a la falta de competencia, -el panorama televisivo de entonces se reducía a RTVE, A3-TV, T5, C+ (codificado menos informativos y alguna cosa más), y las autonómicas-, y al hecho de tener prácticamente el monopolio de los temas de la Comunidad Valenciana o de las noticias valenciano. Después la historia de la cadena ha sido la de una larga decadencia. O sea, cuatro o cinco años de dudas y esperanzas, y 20 años de lenta degeneración. Aunque habría que hacer un análisis de insectos con música a lo CSI para averiguar la fecha exacta de la muerte. Asistiendo al truculento espectáculo de su cierre podemos caer en la tentación de recordar aquellos primeros años, la etapa socialista, con un cristal de color de rosa, pero lo cierto es que las semillas de su lenta caída estaban puestas desde sus mismos inicios.

Si el objetivo de la cadena era promocionar la lengua y el audiovisual valenciano eso ya son objetivos políticos. Loables a primera vista, pero el demonio siempre está en los detalles. ¿Qué variedad de la lengua, bajo que normas gramaticales, a que productoras se hacen contratos, porque ésta sí, ésta no, esta me gusta, etc.? Y claro, si el objetivo de una cadena es en el fondo político, difícil es que no sea también partidista. Si la política española no fuera tipo “ahora que mandan los míos toca hacer cambio de régimen” quizá me creería eso de que hubo un tiempo feliz donde C9 fue una televisión independiente bellamente gestionada hasta que llegaron los malos. Pero no me lo creo. La historia de la televisión pública en España es la de una sucesión de cazas de brujas, y Canal 9 no fue distinta en eso. Después de lo visto en TVE a lo largo de los ochenta, ¿qué se podía esperar tras la victoria del PP?


Los 90: Cambio de Régimen

A mediados de los 90s el mundo empezó a cambiar, se generalizó la televisión por cable (vía satélite), los canales temáticos, ya se hablaba del “inminente” apagón analógico, de algo llamado Internet y de repente todos teníamos móvil en la mano. La primera señal fue que podíamos sintonizar Galavisión, el canal mexicano vía satélite, gracias al cual conocimos al Chapulín Colorado y al Chavo del Ocho, aunque a mí eso ya me cogió demasiado mayor. Mientras que las teles privadas iban sustituyendo las películas de la franja de madrugada por Tele Tienda, Canal 9 cerraba su programación con imágenes subjetivas del recorrido del nuevo tranvía de la ciudad. Era tan entretenido que lo veía antes de dormir... Acostumbrado a trasnochar viendo películas caí en el aburrimiento, cambiando de canal sin parar frustrado. Por suerte llené el vacío con videojuegos y video club. Tiempo después llegaban los canales temáticos de pago y las televisiones locales. Eso impacto en Canal 9, dándose la paradoja que las locales, privadas la mayoría de ellas, daban una información local más extensa y detallada que la propia cadena pública, innovando en formatos que solo después se vieron en Canal 9. Aparte de la nefasta gestión, que hoy ya conocemos con detalle, ahora tenía competencia en lo que se suponía era su target, y tristemente no estuvo a la altura. Las soluciones fueron meter más dinero, y la telebasura.

Donde yo noté el cambio de régimen político fue en la evolución de la programación infantil y juvenil. Desde el comienzo el modelo a seguir había sido TV3. Si aquellos tenían “El Club Súper 3”, un formato realmente innovador en su momento, aquí pronto tuvimos “A la Babala”, llevado por Fani Grande, y luego cambiado a “Babala Club” Era un calco, hasta ponían las mismas series, como ya recordé ayer. Los presentadores actuaban como tres personajes, si en TV3 tenían una especie de Chimo Bayo de casco amarillo, aquí teníamos un Mr. Spok. Los mejores temporadas fueron las de Xoni, Poti i Tiriti, coincidiendo con la emisión de “Bola de Drac Z”, “Musculman”, etc. Una vez llegaron al ente los hombres de Zaplana, y el País Valencia pasó a llamarse Comunitat Valenciana la cosa se empezó a mover, como para dar al tema un aire “más valenciano”. Al principio solo se notó en el cambio de los contenidos, más de producción propia, lo cual por otra parte era lógico, pero el despiporre llegó con la era María Abradelo y la nueva mascota, en el 96 o 97. Viéndolo ahora el que fuera una especie de perro Pitbull queda como… guau, ni hecho adrede… Hay que reconocer que al principio la chica tuvo bastante éxito, con actuaciones por toda la comunitat y pretensiones de convertirse en una especie de Xuxa local. La duda es si fue por méritos propios o por enchufe de las alturas, pues durante años tuvo el monopolio de la programación infantil, y a mí me da que se la acabó cargando. De todas formas para cuando dejó la cadena yo hacía tiempo que no veía Canal 9.

 
Valencia 1997: Tómbola y el Fin del Cine

Siendo justos Canal 9 no fue el culpable de todos los males de la televisión de nuestro tiempo, después de todo no hacía sino seguir la deriva del resto de cadenas, pues el problema no es que fuera publica, sino que competía como una privada. Un mal endémico en todo el país. Si la telebasura en España comenzó con aquel infame programa especial de Nieves Herrero, el mérito de los juicios paralelos fue de Pepe Navarro, que hizo famosos al padre de la niña de Alcacer y aquel presunto criminólogo engominado. Los frikis llegaron con “Al Ataque” de Alfonso Arus con Cardenas, Carlos Jesús, Tamara Seis Dedos y el resto del club. Arus venia además del gran ejemplo para todos que era TV3. El amarillismo, los debates rosas, los invitados de saldo, los debates de mercado, todo eso era algo que se veía venir desde la época del “Videos de Primera” En Canal 9 “Carta Blanca” y “Parle Voste, Calle Voste”, fuero paralelos al Mississippi de Pepe Navarro. “Tómbola” se estrenó en el mismo año que “Crónicas Marcianas”, y hasta el corrupto alcalde de Marbella, Gil y Gil, tuvo un programa en T5 que presentaba desde un yacusi. En el fondo todo eso no era más que la versión hispana de lo que se venía haciendo dese años a en yanquilandia. No inventamos nada, simplemente nos creímos que el europeo medio era culturalmente superior al yanqui medio, y no. Los españoles nos parecemos mucho más a los americanos de lo que nos gustaría. Valencia es la Florida de España. Tenemos sol, paseos con palmeras, pantanos junto al mar, arbustos (Bush) autóctonos, y por supuesto, Corrupción en Miami. ¿Qué será lo próximo? ¿Juegos con papeletas mariposas que sorpresivamente hagan ganar al PP de nuevo? Mientras gente como los británicos aunque tengan un Sun, también intentan tener una BBC.

Con los reestrenos y el run run por las précuelas las películas de la saga Star Wars dejaron de ser rellenos del sábado por la tarde de Canal 9 y se convirtieron en objetos de culto emitidos a bombo y platillo en otro canal. La forma de competir era reducir costes, una buena serie bien promocionada puede dar tanto que hablar como Belén Esteban, como demostró la HBO e Internet, pero es mucho más cara de producir. La televisión en abierto optó por la solución más rentable, el problema llegó cuando Canal 9 y el resto de televisiones públicas se empeñaron en competir por la audiencia en los mismos términos. Los programas del corazón invadieron todas las franjas horarias, desplazando la programación infantil, las películas del sábado noche, el prime time, y cuando pensábamos que ya no podía haber nada peor, llegó Gran Hermano, los triunfitos, el Tomate, y la Tele Tienda fue sustituida por los concursos infames y los futurólogos que llenaban las madrugadas de las locales. Entonces la tele murió para mí, reducida los informativos de la mañana, y los documentales de canal temático, y después ni eso, sustituida casi por completo por Internet. El televisor de mi cuarto lleva años apagado.

Sin embargo durante mucho tiempo Canal 9 fue una de las pocas televisiones que seguía viendo, pues en su inmovilismo todavía ponía películas a la vieja usanza, incluyendo estrenos que le costarían una pasta. Pero eso también fue degenerando, hasta acabar en la película del oeste de la hora de la siesta, que se mantuvo en antena años y años, reponiendo y reponiendo las mismas películas, la mayoría spaghetti westerns de saldo. No fallaron ni la tarde del 11-M, cuando pusieron “El Bueno, el Feo y el Malo” como “programación especial” Cortando los boletines con las tristes armónicas de la secuencia del puente. Tampoco falló un par de noches después, cuando un irreductible Zaplana daba por seguro que se demostraría “no tenga usted la menor duda” que el autor de los atentados era ETA, al tiempo que en la otra cadena un Acebes con barba de tres días y cara de susto ya hacia muchas horas que había tirado la toalla.


La Era de la Hipertrofia

La ampliación de la oferta televisiva privada “forzó” a las autonómicas, embarcadas en su propia deriva, a competir en los mismos términos una vez más, y lo peor, en época de supuesta bonanza económica. Así llego la era de la hipertrofia. Comenzó TV3, añadiendo al ya existente Canal 33, dedicado a la cultura, otro infantil y juvenil, y otro más de noticias 24h de emisión internacional. Por supuesto las demás no iban a ser menos. Como con AVEs y aeropuertos, cada comunidad quiere el suyo. Así, con las audiencias desplomándose, llegaron Punt 2, la versión valenciana del Canal 33, y 24/9, de noticias… Todos estos canales extra también se ofrecían para el resto del país dentro de los paquetes de canales por cable, así que para más inri, había que pagar para ver una tele pública. En Valencia el absurdo era obvio, pues desde los ochenta veíamos TV3 en abierto, ¿si se podía ver gratis, qué sentido tiene pagar por el servicio? En fin, aunque no fueron causa directa de la actual debacle, esos canales si fueron un despilfarro más. “¿Es que se han vuelto locos? ¿Esto para qué? Se supone que es un canal para la región, ¿por qué tiene que tener un canal internacional?” Pues sí, locura, esa era la sensación que me daba al poner la tele en prime time en los últimos años antes de la crisis. A saber que le echarían a la Copa América... Un gran premio de Fórmula 1 urbano teniendo ya el circuito de Cheste…, la visita del Papá… Una foto gigante de Papa Ratzinger con los brazos abiertos presidió la plaza de la virgen durante meses, todos decían que se parecía al Emperador en el Episodio III de Star Wars. “El plan sigue tal como estaba previsto, jajajaja” El resto es historia.


Reflexiones Finales

El problema de Canal 9 y demás ha sido en esencia político. En España nunca ha habido una verdadera liberalización del espectro audiovisual en su versión más clásica con pelucas. “Dejad hacer, dejad pasar” Las licencias de teles privadas siempre han estado controladas desde los gobiernos, por eso se pueden contar con los dedos de una mano, y ya son propiedad de unos pocos grandes grupos de comunicación. Una concentración de medios del mismo calibre que la de EEUU. Eso a la vez que las cadenas públicas compiten como empresas comerciales, y al hacerlo se han gastado millones y millones de dinero de los impuestos en contenidos que debería ofrecer la industria privada.

Una función de Canal 9 y las televisiones autonómicas en general era fomentar la industria cultural de la región. ¿Pero alguien me puede explicar cómo se puede conseguir eso si la propia televisión pública está ocupando el espacio de la industria comercial? Vale que da trabajo a muchas productoras de contenidos y profesionales, pero es que esas productoras y profesionales deberían estar trabajando para un tejido industrial privado que no existe y que no se ha dejado crecer, pues todo cuelga de la televisión autonómica de turno y los contratos que ofrezca, pagados con dinero público. En el momento que eso falla, todo se va a la mierda, y miles de profesionales se materializan en el páramo desierto de Mordor (de tal guisa pintaba la oposición la torre de antenas de la sede del canal en alguna campaña electoral, con el nueve arriba del todo haciendo de Ojo de Sauron) Si Canal 9 hubiera tenido éxito en su objetivo inicial tendría un par de canales privados locales haciéndole competencia en deportes o entretenimiento. No están, porque Canal 9 monopolizaba el espacio con su presupuesto millonario, y no están porque ni unos ni otros lo intentaron fomentar de verdad nunca.

¿En qué debería gastar el dinero una tele pública? Informativos, programas de servicio público, pequeñas cosas minoritarias, como esos programas de cine y libros que nadie ve, danza moderna, o música rara. Un montón de cosas que además serían mucho más baratas de mantener, y por tanto no quitarían dinero destinado a “escuelas y sanidad” (sic)
Y todo esto sin entrar en otro tipo de consideraciones políticas, pues nunca deberíamos olvidar que hidras de varias cabezas como el ministerio de educación, cultura y deporte son evoluciones modernas del ministerio de propaganda, pan y circo de toda la vida. Por eso aunque los gestores de una cadena pública la lleven como una privada, preocupándose de audiencias y tonterías por el estilo, nunca la acabaran de privatizar, pues la necesitan para el auto-bombo. Y en ese limbo es en el que estaban la mayoría de televisiones autonómicas cuando llegó la crisis.

“A guanyar diners, on están, on están, a guanyar diners”…y los ecos fúnebres se pierden por el mediterráneo.